miércoles, 8 de octubre de 2008

Parodia de vida


Imaginaros demandando tantos gramos de algo que es tan incontable como el aire que respiras.

Cuando nací, supongo que el olor de las manos del doctor que me arrancaban del útero de mi madre pasó desapercibido y poco rememorable para mí con el paso del tiempo, ya...que ni me acuerdo.
Pero detalladamente aunque fuera podría maquillar todos los olores que no recuerdo bien, desde que tengo razón de ser. En cambio, otros tantos les pondría una forma y los configuraría con abstractos movimientos, dándoles vida como muñecos de trapo, y figurando un ente vivo. Clásica marioneta.
Modelo similar a cuando sueñas con algo que perfectamente podrías describir al día siguiente. Una cara que no viste nunca, o un lugar que suena en tu cabeza durante horas pero no eres capaz de recordar.

El olor siempre determina a las personas de una manera innata. Atrae el macho a la hembra con su olor varonil inconfundible y la hembra al macho con dulces aromas que denotan demasiado la feminidad. Sobre la cama se respira el olor de sexo compartido entre dos personas, el olor de sus cuerpos tatuando con pinceles cada una de las palabras que se dijeron, el olor de sus cabellos y sus bocas tan juntas y arrolladas por bastos pinchazos que de vez en cuando atizaban sus cabezas.


Vamos condenados no solamente a divagar por el camino a raíz de lo que vas construyendo, si no también lo que vas dejando atras, en los bordillos de cada uno de los lados. Recuerdos de premisas impresas en tu cuerpo que te hacen erguite solo un poco cuando ves que vas menguando.
Destinados a recordar acontecimientos de vaga claridad hasta que no asimilamos que en cualquier momento tan solo un hastío aviso o un roce pudiera devolvernos justo a aquel momento.


Somos capaces de distinguir hasta 10.000 olores diferentes, pero ¿cuántos somos capaces de recordar?

Tatuado en mi mejilla llevo el olor de los besos de mi abuelo cuando, en mi falda pantalón me metía 500 de las antiguas pesetas cada vez que iba a verle, me sonreía pícaramente como haciendome ver que era un secreto entre los dos, y me hacía protagonista con su mirada para que asomara por su hombro la cabeza protegiéndolo de mis padres. Añoro el olor de sus pantalones de pana, que impregnando así toda su casa, me haría recordar perfectamente esa misma nostalgia cuando yo la deseara notar.

Trazaría con líneas perfectas la intensidad que desprendía aquel parque. Un llano disfrazado de ciudad, diferente a los demás, no solo olía a árboles, o al hedor que el olfato define como tierra,olía a necesidad de conocer algo nuevo. Cada banco de madera parecería con el paso de los minutos una nueva carroza moviéndose por fuertes tempestades, donde se sentaban sueños de personas que no sabrían en que mordaza embarcarían.


Decidí cuales eran mis favoritos. Cuando iva de viaje, por aquella época en la que no existía cinturón de seguridad, iba siempre de pie en el asiento de atrás. Si. Era de las niñas pesadas e insolentes que preguntaban ¿Falta mucho...papá?, pero en el camino terminaba sentándome. Me ahogaba el coche, me mareaba, me aturdía las largas horas de espera por parar o llegar. Necesitaba respirar. Entonces, a lo lejos divisaba la gasolinera, y bajaba la ventanilla corriendo porque me encantaba el olor que se desprendía, al igual que el de un sucio garage, o al de la lluvia cuando escampa en los callejones más pequeños.


Aunque son los mejores, conservo tarros enteros que aun parezco oler. Al igual que el llanto huele a tristeza, las sonrisas huelen a veces a melancolía. Y no siempre se debe caer en la trampa de que son dignos de arrojarlos al olvido.


Hoy huele a humedad. Bienvenidos al cambio de estación. Bienvenidos al cambio de vida y a la derivación de algún que otro que estará por llegar.




2 comentarios:

Anónimo dijo...

Simplemente perfecto kerida nocturna.
Normalmente un texto gusta no porque esté bien escrito sino porque la persona que lo lee se siente totalmente identificada con cada palabra, cada párrafo...
Este escrito está lleno de melancolía, bonitos recuerdos, alegría, tristeza.... Lo embarca todo y por ello me gusta....


"Tatuado en mi mejilla llevo el olor de los besos de mi abuelo cuando, en mi falda pantalón me metía 500 de las antiguas pesetas cada vez que iba a verle"


Es perfecto, yo tb recuerdo ese olor, mis abuelos de La Coruña olían tb, además La Coruña tiene un olor especial a lluvia y campo mojado... ummmm! k gratos recuerdos...

Gracias por hacermelos recordar...



Con cariño.
Laura

PD: Este es uno de los textos que mas buen rollo me trasmite de todo lo k leo ultimamente en los blogs... Permiteme k me lo kede en una carpeta de mi ordenador... Thanks

Anónimo dijo...

Olores… Milimétricas descargas de adrenalina que nunca mueren en el tiempo. Las palabras pueden llegar a ser olvidadas, los olores jamás. Olvidamos expresiones, decorados, vestimenta… pero nunca olores. Los olores se impregnan en los cuerpos, en las prendas de vestir, en las esponjas e incluso en las cartas y viven por los siglos de los siglos. Hermetismo, esa es la clave. Nunca olvidaremos el olor de la gasolina, el de la lluvia, el de un tren, el de unos lavabos públicos o el de aquellas sábanas de cama.

¿Existe algo mejor? Por supuesto, los sabores. Nada ni nadie tienen sabor parecido. El sabor del helado, del chocolate, de unos labios, de una gota de sudor o del flujo vaginal. Si los olores perduran en el tiempo, los sabores rememoran momentos. El olor crea ilusiones, el sabor las materializa. El olor provoca, el sabor pervierte. El olor enamora, el sabor vuelve loco de remate a las personas.

No nos conformemos con oler nuestro futuro, saboreémoslo.

Dulcemente pero sin acceso posible a nada que tenga q ver con hotmail,

kAfkA