viernes, 3 de octubre de 2008

Trabubus Negros




Cuando algo es nuevo asusta.
Sin embargo, sientes que es un cambio con el que hay que crecer, al cual hay que alimentar vagamente para que no exceda en confianza. Para que no se alce antes que tu, y te agarre para comerte con esa enorme mandíbula de dudas, mientras te sientes tan pequeña e indefensa como si escucharas un "te lo advertí".
Alguien me dijo una vez que los cambios siempre asustaban, pero que los cambios nuevos son los que personalizarían tu futuro.

Cuando deseas que dentro de tí nazca una pasión ferviente por que algo madure, intentas poner todas las calderas a cien, intentando despejar tu mente y olvidandote del fracaso, lo das todo, lo sientes dentro, aceptas el comienzo de algo desconocido, ciegas en él toda una aventura arrastrada desde años y tan oculta, que solo tu sabías que se hallaba allí. Intentas dejar de preguntarte porque todo cambia y ocurre de forma tan repentina, sin ninguna explicación, pero a su vez te preguntas ahora el hecho de no haber remendado tus heridas con antelación, evitando noches estremecedoras.
Cuantas veces podrás arrepentirte de lo que no haces, y lo que deberías haber hecho en su momento.

Solo tú debes saber que tu cerebro se divide en habitaciones. Cada una de ellas, posee una puerta. Según el Dr.Márquez una siempre está cerrada, con su picaporte oxidado y su color impoluto por el paso del tiempo, la que posee dentro los recuerdos que jamás salen a la luz, los que nunca te plantaron cara, los que tu mente no aceptaría de repente como una batalla diaria.
Recomendaría dejarla siempre cerrada, mirar solo de reojo de vez en cuando para acordarte de que existe y que la manejas como y cuando quieres, que eres fuerte ante ella y ahora eres tu quien posee mandíbulas inmensas para acercarte sigilosamente, asomarte y soltar una gran carcajada para reirte de ella cuando mas lo desearas. Ansiedad, lo sabías.

Otras puertas, con sus picaportes ya casi descolgados de tanto abrirlos son los mas elocuentes, la mayoría de las veces, estas puertas se dejan entreabiertas. Las puertas que hacen que tu día sea mucho mejor, donde solo tu sabes que puedes entrar y salir cuando quieras, donde conoces cada uno de los recodos de su interior. Pero no solo tu. Está compartido. Cada día confias imaginariamente a alguien un trabajo diferente lleno de ímpetu por mejorarlo, alguien que siempre te hace compañía, aquellos que son los únicos que no te mienten ni porfían. Alguien que hace tu trabajo por tí, o que no lo hace, o alguien que lo deshace o que lo enreda como una pelota de lana. Algunas veces se dejan ver, otras, no se ven, pero están contigo.
Estos, ...son tus trabubus.

Te hablarán y acompañaran en tu estar, de hecho, cuando veo trabubus sé que uno puede creer mas en sí mismo, se deja llevar en situaciones adversas, ellos hacen olvidar todos los porqués que puedan estar taladrando tu cabeza. Cuando los noto al lado, acaricio mi mente con ideas de fortaleza, y salgo del portal de mi casa de repente. Ellos me acompañan y me empujan hacia fuera, en zapatillas de estar por casa, a las 4 de la madrugada, cada día... hacia una nueva noche desértica que carece de confianza, Siempre recordandote que cada noche cuenta, como cuenta la evolución de las horas que comienzan a restar. Me acompañan encendiendome un cigarro, relajándome, y poco a poco noto como mi trabubu negro se sienta a mi lado. Él reflexiona cuando yo reflexiono, si inclino mis piernas el también lo hace, y entonces me sonríe ... vamos a hablar, idolatramos las cuentas pendientes esa noche. De repente noto como se acerca a mi oído, dice que me quiere lejos del dolor, quiere ver en mi fortaleza, que ande hacia delante.
Los trabubus no te abandonan, ellos velan por tí, aparecerá uno cuando menos lo imagines, debajo de tu cama, encima del ordenador, o en tu ventana, te embarcaran en vida en su trayecto y te mostrarán cada día que cuerda te falta.
El hedor, sabor y olor del porro de maría mas grande que hayas liado, será lo que te susurre al oído que pongas un trabubu en tu vida. Cuando empieces a verlo en la pared de enfrente, tan pequeño, sonriente y feliz de verte, notarás nostalgia por aquellas cosas que pudieron ser ese año y que no serán. Aquellas por las que nunca temiste ver acabar, conoceras la rabia, la ira y todo empezará a dar vueltas. Y pensarás en aquellas cosas por las que deseas empezar algo nuevo. Como este blog.

Ellos serán los que te ofrezcan la vida en pequeños sorbos, los que en lugar de esconderte las cosas cuando no las encuentras, maquillarán tus dolores y tu pesar, para que tú les des otro molde mas sencillo.
Se sentarán a tu lado, te sonreirán, y siempre miraras hacia lo que el viento lleva al rincón, aquello que te recuerda porque una madrugada más, vuelves a estár ahí.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Cuando algo no es nuevo asusta. Sin embargo, sientes que es un cambio con el que no quieres crecer, al cual nunca quisiste alimentar vagamente para que no excediera en confianza. Compruebas que se alza antes que tu y te agarra y te devora con su enorme mandíbula de dudas, mientras te sientes tan pequeño e indefenso como si escucharas un "te lo advertí".
Una vez dije que los cambios siempre asustaban, pero que los cambios nuevos son los que personalizarían tu futuro. Por desgracia, era cierto.

Sentada en el lateral de su cama la madre le contaba a su hijo una historia sobre lealtad. La misma trataba sobre un hombre y su paloma, a la que alimentaba y mimaba cada día con todas sus fuerzas, pero con la duda de si siempre permanecería a su lado. Encerrada entre barrotes la paloma nunca huiría, siempre le sería fiel. ¿Y si un día abría ese picaporte oxidado y de color impoluto por el paso de los años que le separaba de la libertad? ¿Huiría la paloma? ¿Permanecería junto a él? Demasiadas preguntas, demasiadas respuestas.

Los doctores normalmente suelen no tener razón y, tal vez, solo tal vez, éste sea el caso del Dr.Márquez. Como alguien dijo una vez, la mente humana es una cárcel con las puertas abiertas. No existen cerraduras, no existen candados, tan sólo existen miedos. Te mueves de una habitación hacia otra con recelo, con incertidumbre sobre qué encontrarás en el nuevo habitáculo, pero te mueves. No sabes qué es mejor, no sabes qué es peor, pero te mueves. Una vez instalado en tu nuevo hábitat te preguntas qué habría ocurrido de no haberte desplazado. Te odias por haberlo hecho, te odias por sentirte odiado, odias sentir ese odio y odias que te odien, lo cual convierte tu vida en una existencia odiosa. Pero entonces te das cuenta de que el odio acumula tanta o más fuerza que el amor, y te preguntas si puede existir algo peor. Conoces la respuesta, tu mismo la has creado para divagar entre entes sin vida, sin armonía, sin luz y sin esperanza, pero con llantos, con recuerdos, con olores, con fuertes sabores y, lo más importante, con ilusiones. Ilusiones de magos que consiguen hacerte ver una realidad que se escapa de tus sentidos y a la que no encuentras explicación. Ilusiones que tratas de asimilar pero que van en contra de las mismísimas leyes de la física. Y el mundo es como las matemáticas: sigue unas reglas y aportan una solución única e incuestionable. No importa el idioma en que las expreses, no importa el nivel cultural ni la ideología, el resultado es invariable. El problema matemático no nace en la interpretación de los resultados, sino en la determinación de las variables. La inclusión o no de una magnitud puede alterar cualquier solución, convirtiendo de esta forma en factible lo no factible, en probable lo improbable y en malo lo bueno.

Y esta ya es otra historia sin inhibidores de la realidad, sin sustancias psicotrópicas que alteren la percepción de los sentidos humanos. Esta es la historia de un niño que nunca quiso ser mayor. La historia de un niño con miedos que quería dormir sin escuchar cuentos, pero que su madre se empeñaba en relatar. La historia del que quiso ser y no fue, del que quiso ir y no llegó, del que quiso soñar y no despertar jamás. ¿Lo consiguió? ¿Permaneció la paloma a su lado? ¿La olvidó? Demasiadas preguntas, demasiadas respuestas.

La ruta del autobús termina el domingo de madrugada. La última parada está a las afueras, lejos de la esperanza, lejos de la grandilocuencia de los hechos que hoy hacen que ambos sigamos aquí, pero que ninguno pueda ver al otro.

Con muchísimo cariño, un beso.

kAfkA

Nuria dijo...

En la historia de la lealtad, faltó la paloma por hablar, pero nadie la preguntó.

Demasiadas respuestas fáciles para unas mentes tan avanzadas, que no logren ver mas allá de unos barrotes oxidados.

Ante la idea de poder huir, se quedó.

P.d: Acuérdate de subir el pan.

Anónimo dijo...

Por fin puedo escribir un comentario!!!
Tiene muy buena pinta tu blog kerida, espero verlo actualizado de aquí a un día....
Eso significará que este sabado le haremos un poquito de publicidad como he hecho con el de Leyend, fijate que ya tiene mas de mil entradas, quien se lo iba a decir a él....
Soy buena en marketing k le vamos a hacer!!

Saludos desde tierras murcianas

Anónimo dijo...

Por cierto, para cuando ese café?? Señor Frank Kafka, sería usted tan amable de acompañarnos en nuestra velada cafetera (o comida según se tercie)?
A Leyend lo arrastro aunk sea de los pelos de las piernas...

Anónimo dijo...

Niña k ha pasao con el otro escrito???

Nuria dijo...

Que otro escrito?

Anónimo dijo...

Nada tía k se me fue la pinza... he entrado en la web y no he visto el escrito de los olores...
Pero ahora, al volver a entrar ya lo he visto....

Mi PC del curro k de vez en cuando se le va la pinza...